Foto de @GermánCaballero
El pasado 29 de octubre, Valencia vivió uno de los episodios más devastadores de su historia. Pero más allá de los daños materiales, hay historias de vida que quedaron atrapadas en la desesperanza. Entre los colectivos más vulnerables, las mujeres migrantes y refugiadas han sido las más afectadas, enfrentando el desastre con una fortaleza admirable, pero con muy pocos recursos para levantarse de nuevo.
Barreras invisibles, luchas diarias
Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), hemos sido testigos de cómo muchas de estas mujeres, que ya afrontaban dificultades extremas antes del desastre, ahora se encuentran en una situación aún más precaria. La falta de documentación regularizada y la inestabilidad laboral han convertido la posibilidad de recibir ayuda en un desafío insalvable. Muchas de ellas han perdido no solo sus hogares, sino también sus medios de subsistencia, sumiéndolas en una incertidumbre cruel y desesperanzadora.
La DANA ha dejado en evidencia la enorme desprotección de las personas en situación de irregularidad administrativa. Muchas mujeres migrantes no pueden acceder a las ayudas económicas reconocidas debido a la falta de documentación. Además, el requisito de un contrato laboral impide que quienes trabajan en la economía sumergida puedan beneficiarse de medidas de protección social. La catástrofe ha evidenciado la urgencia de una regularización extraordinaria que garantice sus derechos y seguridad.
Más que pérdidas materiales: heridas emocionales
Las secuelas de la DANA no solo se miden en destrucción física. Un reciente informe revela que el 70% de las personas afectadas presentan síntomas de ansiedad, tristeza profunda y estrés postraumático. Para estas mujeres, la sensación de desarraigo y la incertidumbre sobre el futuro son cargas emocionales insoportables. Sin redes de apoyo y con la angustia de no poder garantizar un refugio seguro a sus hijos, muchas se ven atrapadas en un círculo de desesperación.
Casos como el de E.M, una mujer hondureña en situación irregular que salvó la vida del anciano al que cuidaba durante la riada, reflejan la vulnerabilidad de estas mujeres. A pesar de su valentía y entrega, E.M no tiene acceso a ayudas, no ha podido empadronarse y sobrevive gracias a la solidaridad de su entorno. Historias como la suya son invisibles para el Estado, pero esenciales en la reconstrucción del tejido social.
CEAR: al lado de quienes más lo necesitan
Ante esta realidad, CEAR ha intensificado sus esfuerzos para brindar apoyo inmediato y sostenido a estas mujeres. Nuestros equipos están proporcionando asistencia legal para facilitar el acceso a ayudas, apoyo psicosocial para atender las secuelas emocionales y recursos básicos para quienes lo han perdido todo.
No solo trabajamos en la atención de la emergencia, sino que también exigimos medidas inclusivas para que las mujeres migrantes y refugiadas sean una prioridad en los planes de recuperación. No podemos permitir que queden en el olvido.
La Carrera de la Mujer: un símbolo de lucha y empoderamiento
La Carrera de la Mujer en Valencia es mucho más que un evento deportivo; es un espacio donde las mujeres pueden alzar la voz, apoyarse mutuamente y demostrar su resiliencia. Cada paso en esta carrera es un acto de solidaridad y un recordatorio de que juntas somos más fuertes.
Invitamos a todas las corredoras y asistentes a unirse a esta causa y a dar visibilidad a estas mujeres que, a pesar de la adversidad, siguen adelante con coraje. CEAR estará allí, apoyando y recordando que el verdadero triunfo es construir un futuro más justo y equitativo para todas.